Bastó un dulce y un soplido,
un mordisco teñido,
un destino quejido
y una puerta sin cerrar
para que el aire se meta al mar
viéndolo huir desde el río.
Le dio un sentido suspiro
y una flor sin marchitar.
Le regaló un simple sentido
que estalló en cuquillas alarido
con un fa sostenido
para no volver atrás.
Le invito a soñar, rodar, enredar
rompiendo la velocidad del sonido
y sin rogar, suplicar ni parar
se dejó desenmascarar
y guardó su escudo lejos de ese lugar
que se volvió su nido, donde dejar de luchar.
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