Si conocí el Edén
fue cuando militaba en las causas perdidas,
una batalla de fantasías
que se disputaba en cualquier anden;
pero debo admitir que por perdidas,
eran mis preferidas,
nobleza obliga... y terapia también.
Sin perder nunca la fe
me hice adicta a las corridas,
no hay mas simple escape en esta vida
(de manual, sería)
que el no poderse detener.
Y de tanto retener
las manos quedan vacías,
esa es la paradoja de los días
que prometen amaneceres en las noches de placer.
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