De la suerte y otras condenas.
Carne de cañón sería
a la espera de una buena vida
si intentara mentir la guarida
escarbando el sucio bostezo
de una moneda perdida,
que no deja de tener dos caras
aunque una caiga tapada.
Si me entregara ciega a la justicia divina;
si esperara un indicio en la numerología
que siempre deja una pista partida
en un dictamen de sumas infladas.
Podría comulgar sentada
en las líneas de mi mano
tratando de evitar en vano
que se desdibujen por los cayos
de una vida transitada.
Apostando el cuello a todo o nada,
el mundo escasea de garantías,
tropezás con la manzana podrida
o el caviar sin ganas,
en plena madrugada
o a la vuelta de la esquina.
Las lecciones son escogidas
de antemano y bien marcadas.
No hay otra que patear la calle
revisando los detalles
de cada baldosa levantada;
contando las caídas,
a la larga bienvenidas,
con moretones y quebradas.
Que mi desgracia de hoy
podrá ser mi fortuna mañana;
si al fin y al cabo, para todo el que camina,
... toda suerte esta echada.
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