jueves, 9 de agosto de 2012

Punto de fuga.


Convergen las ideas sin llegar a tocarse

en la estepa divagante de los recuerdos borrados;

se mezclan, se amontonan, se creen guardados,

hacen puerta en los ojos y salen a regodearse.

El cuerpo inmovil, ni reacciona al odio,

no puedo expresarme ni puedo llamarme,

la vista se pierde de forma alarmante,

solo mi mente creó monopolio.

De la bronca me rompo,

de aceptación hago alarde;

se van hilando la muerte, la vida y bemoles

desde que recibí ese llamado

que cambia el rumbo de las horas mejores.

Sentí el dolor de la tristeza ajena,

sentí mi pena y el canto de ruiseñores,

y en lucha de mis pensamientos y sus direcciones

pienso en dejar a Dios con sus muertos

porque hoy mis vivos lloran sus defunciones.

Y yo sin moverme…

Saltaban pasado, presente y futuro

cruzaban los muros y caían en cadena

lloré con la carcajada de lo imponderable

esas risas que sostienen la tristeza de lo inevitable,

ese lugar que, por inexplicable, ya no sufre condena.

De repente susurra el sonido de una voz amable:
- La velarán toda la noche. Le dejo un café?
No se bien en que momento fue
mi cuerpo había atacado a su contrincante
pero el hilo de plata descose la calma;
mi punto de fuga, como toda arma,
se desintegraba justo en ese mismo instante.
Y entonces la vida se vuelve toda luz
y me cuenta al oido su secreto escondido:
guarda hermosos caminos por delante.

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